2 h. 30'
2/5
100 m.
7 Km.
4/5
2/5
Tierra
No
Bonifacio es la ciudad insigne del Sur de Córcega. Para iniciar esta ruta a pie nos basta con aparcar cerca de la fortaleza, o incluso con suerte dentro, junto al cementerio, y buscar la emblemática entrada Porte de Genes. Un poco más abajo encontraremos indicadores.
Saliendo de la fortaleza de Bonifacio por la puerta de Genes, tomamos el sendero indicado, al faro Pertusato, que sube bordeando los acantilados. Pasaremos junto al camino que baja a la estrecha playa de Sotta Rocca, espectacular, y seguiremos de frente dirección sud-este, rodeados de la típica maquia corsa.
El camino va subiendo y bajando, se aproxima a la carretera D260 y al borde de los acantilados alternativamente, siempre sin peligro y bien señalizado. Cruzaremos pequeñas construcciones militares, búnkeres, hasta llegar a la moderna estación de señales, a partir de la cual la ruta gana en interés por las magníficas vistas que ofrece. Al oeste Bonifaccio se levanta por encima de los acantilados en un equilibrio imposible, al sur vemos Cerdeña separada de Córcega por los 12 km. de los Estrechos de Bonifacio y al este las pequeñas Islas Lavezzi, paraíso playero por excelencia.
Pero para poder disfrutar del tesoro escondido de esta excursión debemos continuar hasta el faro de Pertusato y dirigirnos a la Ille de St. Antoine. Un poco antes de llegar al faro, que no se puede visitar, un pequeño camino desciende hasta un destacado promontorio escultural rodeado de erosionadas hendiduras, paisaje surrealista que recuerda a un buque naufragando.
Vale la pena esperarse aquí hasta el atardecer, subir a la cima del cabo y observar las vistas, mientras la puesta de sol transforma estas erosionadas formaciones blancas en láminas crocantes rojas y anaranjadas. Podemos caminar por el interior de una las hendiduras, con cuidado, por una pequeña cornisa y finalizar la excursión con un refrescante baño en la playa.
Para el regreso nos acompañarán las vistas de la ciudadela, con la puesta de sol y las primeras luces tintineantes de las casas que se asoman al acantilado.
De visita obligada en Bonifacio es la escalera del rey de Aragón, construida en 1420 por encargo de Alfonso V de Aragón y cuyo objetivo era conquistar la ciudad, en realidad cedida por el papa Bonifacio VIII, entrando directamente en su fortaleza. Dice la leyenda que la escalera fue construida en una sola noche, pero el ruido del trabajo delató a los atacantes, que finalmente fueron expulsados por escuadrones venidos directamente de Génova. Al final del camino horadado en los acantilados hay una gruta, de acceso prohibido, dónde los españoles se refugiaron durante la construcción de la escalera y en la que sobrevivieron gracias a un manantial de agua dulce natural.